EL EURO NO ES SCHENGEN
En la sala de operaciones de Bruselas empieza a cobrar forma el nuevo pacto europeo para afianzar la disciplina fiscal y fortalecer el gobierno económico. La idea es cerrarlo cuanto antes: su rápida entrada en vigor debería mejorar la confianza en la amenazada moneda única. Sin embargo, las ocho páginas del borrador de este acuerdo internacional, fuera de los
No es Schengen tratados europeos, presentan retos de gran envergadura incluso para los mejores juristas y los políticos más sutiles, que luchan contra reloj y codo con codo mientras aumenta la incertidumbre. A diferencia del acuerdo de Schengen, también nacido fuera del marco de la integración, lo que se intenta ahora es reformar desde el extrarradio el núcleo duro de la Unión, su parte más federal. El magnífico sueño de Schengen, una Europa con libre circulación de personas y no solo de trabajadores, tenía a su favor que operaba sobre terreno virgen, sin reglas previas europeas. Gracias a eso se pudo elaborar un tejido sin costuras. A cambio, el gobierno de la unión económica y monetaria descansa en equilibrios institucionales bien trabados y en normas muy desarrolladas durante diez años.
La operación pactada en diciembre para evitar el no británico consiste en modificar este acervo, incompleto pero sustantivo, a través de la superposición de un cuerpo extraño. La idea es que este injerto, resultado de una medicina de emergencia, se convierta a medio plazo en parte del cuerpo europeo. El riesgo es doble: que no se consiga fácilmente la ratificación del nuevo acuerdo internacional y que no funcione bien el transplante. Esto último podría ocurrir si no se diera con una fórmula para contar con una Comisión que vele por los intereses generales o un Parlamento europeo que garantice el control democrático.
La batalla para salvar el euro no está ganada. La cercanía de las elecciones presidenciales francesas, unos meses en los que el país vecino estará ensimismado y que puede llevar a la mala noticia para el euro de la no reelección de Nicolás Sarkozy, fijará más la atención de los mercados en las reformas que emprendan Italia y España.
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