Rafael Jiménez Asensio
Rafael Jiménez Asensio es Consultor institucional y Catedrático de universidad acr. en la Universidad Pompeu Fabra
Gary Hamel, en su libro Lo que ahora importa (Deusto, 2012), hace hincapié en la tarea de “renacimiento moral” con la que se enfrentan las organizaciones del futuro. Afirma, así, lo siguiente: “Hay un punto en el que parece existir unanimidad: ahora los valores importan más que nunca”.
Los valores importan en la Administración, pero también importan (y mucho) en la Política. Por ejemplo, en la reciente Memoria de la Comisión de Ética Pública del Gobierno Vasco, editada por el IVAP (2015), la idea de renovación moral de la política cobra un papel central en el Código Ético y de Conducta aprobado en su día. Este es un Código de la Alta Administración Ejecutiva del Gobierno Vasco, en el que muchas de las reflexiones de los autores ya estaban incorporadas con carácter previo.
Los autores se enfrentan a ese problema poniendo el foco en la Administración Pública. Y hay que agradecer ese enfoque, pues la literatura especializada en este campo, con algunas excepciones sobresalientes como es la de Manuel Villoria, no es precisamente abundante en España.
La Ética Institucional, como bien expresa el subtítulo del libro, es un ámbito central de lo que son las Políticas de Gobernanza, tal como identificó perfectamente en su día el Consejo de Europa en relación con los gobiernos locales. Es más, se puede decir que son el presupuesto inexcusable de una Buena Gobernanza. Se podrán hacer uso de instrumentos varios (Gobierno Abierto, Transparencia, Participación, Equidad. Sostenibilidad, Eficiencia, etc.), pero “sin un suelo ético”, sin valores asentados y ejercidos, sin ejemplaridad personal e institucional, la legitimación de las instituciones ante la ciudadanía será baja o muy baja. Ya lo anticipó hace siglos Cicerón, “nada hay con que pueda ganarse el favor de las masas un gobernante que la integridad y la templanza”.
El libro toma como hilo conductor “la ética pública”, una suerte de ética institucional aplicada al ámbito de la Administración Pública, aunque no olvida sus plurales dimensiones con la política y con la ciudadanía, así como con el sector privado, pues no cabe olvidar que, atendiendo a sus funciones institucionales, la ética de la Administración Pública ha de ser, obviamente, relacional.
Con muy buen arsenal documental, pulso narrativo correcto y sistemática apropiada, estos dos especialistas en el ámbito público (una persona consagrada como experto y referente obligado en Administración Pública, Francisco Longo, y la otra, Adrià Albareda, con un recorrido profesional sólido en ese mismo ámbito) abordan el tratamiento de este complejo objeto con rigor y solvencia.
Cabe destacar algunas referencias. La imperiosa necesidad, por ejemplo, de construir un discurso de integridad en la gestión pública como reto de futuro. Importante es, en esa línea, el diseño de un modelo de gestión de la integridad o lo que podríamos denominar como un Marco de Integridad Institucional.
Ese modelo de Integridad Institucional descansa sobre Códigos de Conducta, pero también sobre la creación de un Sistema de Seguimiento, Evaluación y Propuesta que se conforme por medio un órgano imparcial (con presencia de especialistas externos) y con funciones efectivas; esto es, una Comisión de Ética. Sin ello el modelo se torna “cosmético” o puramente “retórico”.
Ya lo expuso con claridad Adela Cortina, la ética no es cosmética: “el maquillaje se esfuma al cabo de unas horas, mientras que el carácter se labra día a día”(¿Para qué sirve realmente la Ética?, Paidós, 2013). Abundan en el panorama público Códigos “cosméticos”. Flor de un día.
Los autores traen a colación un buen número de ejemplos comparados y alguno del ámbito estatal (Código Ético y de Conducta del Gobierno Vasco). Pero, tal vez, se echa de menos una mayor carga crítica hacia esa proliferación indiscriminada de Códigos Éticos y de Conducta en las instituciones públicas que no cumplen otro papel que terminar por desacreditar o multiplicar el escepticismo sobre la propia idea que pretenden implantar. Códigos retóricos unos, defensivos otros, que pretenden (y no lo consiguen) tapar miserias o pestilencias. Abundan entre nosotros.
Desde la publicación inicial del citado libro en lengua catalana y ahora afortunadamente también en castellano, se han producido algunas novedades de relieve en el campo de la Ética Institucional. A algunas de estas novedades ya nos hemos referido en las líneas anteriores, pero ahora conviene poner el acento en dos de ellas, sin duda importantes en el panorama comparado.
La primera es el Informe Nadal (“Renouer la confiance publique”: http://www.hatvp.fr/rapport-au-president-de-la-republique/), presentado al Presidente de la República Francesa en enero de 2015. Allí se hace una apuesta clara y contundente por la ejemplaridad pública (profundizando la línea abierta por el Informe Jospin de 2012), así como se adopta una línea de trabajo que reconoce las limitaciones del principio de legalidad en la lucha contra la corrupción y la necesidad de impulsar la aprobación de Códigos Deontológicos “de proximidad” en las instituciones públicas. Un paso adelante para trasladar la idea anglosajona de “compliance” y completar las previsiones legales con la codificación de Valores, principios y normas de conducta.
La segunda es otro Informe esta vez elaborado en Chile por una Comisión de Asesores de la Presidencia de la República y que tiene por objeto “los conflictos de interés, el tráfico de influencias y la corrupción” (Se puede consultar en: http://rafaeljimenezasensio.com/documentos/). Un importante Informe que contiene un amplio abanico de medidas para hacer frente a unos problemas que ya son endémicos en nuestras sociedades contemporáneas. También dentro del amplísimo catálogo de medidas que se proponen, se incluye la de aprobar Códigos de Conducta en el marco de Sistemas de Integridad Institucional.
La crisis institucional que nos invade ha puesto sobre el tapete, como bien se concluye en este libro, una preocupación creciente por la ética pública. El siguiente paso es tomársela en serio. La construcción de una infraestructura ética en la Administración Pública es un objetivo hasta ahora inédito. Y para ello la lectura de esta importante trabajo resulta una herramienta capital para caminar en esa dirección.
http://rafaeljimenezasensio.com/
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